18.4.10

Tan sólo luz.

Es bonito ver que, de entre tanta oscuridad, tantas nubes de por medio, tanto frío... tanta soledad, llegue un rayito de luz que te alumbre. Aunque sea una esquinita de entre tanta niebla, aunque sea un resquicio a la esperanza, algo que te dé calor entre tanto frío inhumano. Ese frío que se clava en el alma, congelándola por completo. Pero poco a poco ese rayito de luz te va alcanzando, te va calentando la sangre, hasta hacer que esta borbotee, hasta que el corazón se descongele lentamente haciendo que tus mejillas vuelvan a cojer color. Hasta que parezca que las mariposas que tenías en la barriga vuelven a despertar. Decides quedarte ahí, debajo de ese sol particular, cerrando los ojos y sintiendo su calor en los párpados, abrirlos y esperar que se acostumbren de nuevo a la luz. Notar que la piel erizada va cogiendo la textura y la temperatura normales y que los escalofríos han cesado.Notar de nuevo las ganas de vivir. Pero de repente, lo bonito se evapora. Ves sombras llegar, y ves que tapan tu sol. Ves que este desaparece justamente cuando el frío se había ido por completo. Y vuelves a sentir esos malditos escalofríos que te ponen la piel de gallina, que hacen que tus dientes chirríen y que tus ojos lloren. Y ya no sólo es oscuridad, ya empiezan a caer las primeras gotas. Las primeras gotas de una tormenta que parece no tener fin. Y tú estás ahí, sintiendo los rayos y relámpagos encima tuya mientras te vas consumiendo poco a poco.
Tan sólo un rayo de luz puede sacarte de allí.



¿De verdad después de la tormenta llega la calma?

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