Son pensamientos que no se borran.

Rabia. Ahora todo son bajones, subidas de ánimo escasas y breves, sonrisas forzadas y lo que más odio, lágrimas que no salen. Voces lejanas que no puedo recordar bien e imágenes que carecen de nitidez y que se difuminan como sueños de las noches de cansancio. La película de las mejores escenas de mi vida pasando en diapositivas antiguas por mis ojos, donde las lágrimas están secas como las rosas marchitas que nunca me regalaste. Aprieto los párpados fuerte para que las lágrimas caigan y se lleven un poco del dolor que tengo en el pecho pero se hace imposible. Podría haber caído y que vinieran mil personas a mirarme tirada en el suelo pero sabía que ninguna me cojería de la mano para ayudarme a levantarme, excepto tú. Eso era lo que pensaba, lo que me mantenía feliz día a día, hasta que ha llegado el día en el que me he dado cuenta que te has olvidado de mi mucho más rápido y fácil de lo que nunca hubiera imaginado. Por eso te extraño, porque parece que quise y quiero a una persona que nunca ha existido. ¿Qué razones tenía pasar esos momentos juntos cuando para ti no han significado nada?... cuando ahora te miro e increíblemente no sientes lo mismo que yo. Y para mi sigue siendo exactamente lo mismo. Aunque ahora intente aprovechar todo con más intensidad pero aún cuando alargas la mano y coges la mía, la piel me quema donde roza la tuya. Y eso me hace sentirme mejor que bien, aunque también provoque un extraño dolor en el pecho.
Me gustaría haber tenido otro final contigo. Se me ocurren millones y el que tuvimos no me entusiasma demasiado. Ímaginate cuántos teníamos para elegir...
Que me hubieras besado y me hubieras dicho que muy pronto llegaría nuestro momento. O que nuestro momento hubiera empezado en la exacta milésima de segundo en la que nuestros labios se hubieran tocado. Que aquella noche no hubiera caído ninguna lágrima de mis ojos y todo siguiera como siempre... ¿te das cuenta?, elegimos el peor final. Elegiste el peor final. Porque aunque te duela, yo te sigo extrañando exactamente igual a cuando me dejaste sentada en aquella cama, tan grande sin ti a mi lado.