Tengo miedo a verte. A volver a tocarte. A sentirte cerca. A que me mires y notes lo nerviosas que están mis pupilas. A que tú mismo compruebes que sigo igual que aquel día en el que nos dijimos un adiós, por ahora, permanente.
Como dice la canción, con la vista cansada de imaginarte en mi cama.
Y con la piel de gallina y los labios fruncidos.
Con el corazón a descontrol.
Que si bota. Que si se para. Que si late lento o se sale por la boca.
Con el corazón extrañandote a cada sístole y a cada diástole.
Susurrando tu nombre con cada latido.
¿Qué haré cuando te vea?
Y lo que es peor, cuando tu mirada se encuentre de nuevo con la mía.
Si es sólo pensarlo y los ojos se me empañan de puro miedo.
Ya casi se me olvida lo que era esperar que amaneciera, e intentar saber si sonríes o, de nuevo, te ríes de mi o de alguna tontería que he dicho sin querer.
Porque algo dentro de mi me dice que algún día el miedo se irá lejos, y veremos amanecer juntos... una pequeña parte, una espina, una burbuja, un pequeño rincón, un poro de mi piel, una lágrima de mis ojos, un milimétrico trazo con mis dedos, o una simple gota de saliva.
Pero me tiene totalmente convencida.
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