15.10.10

Cambios.

Nunca me gustaron los silencios. Las esperas ni las calles vacías. 
En cambio ahora sí. Hablar con la mirada, ser paciente con algo que ni siquiera sé si llegará y pasear en una calle oscura y fría. Porque sí, porque raramente eso me da seguridad.
Me gusta el helado de caramelo, los  ojos de caramelo. Reconocer un perfume por la calle y soñar a medias. En esas veces que estás medio despierta.
Últimamente no me molesta entristecerme, al contrario, me da fuerzas para seguir adelante.
No sé por qué pero me gusta conocer gente. Que se dejen conocer. 
Nunca llegué a imaginar que un abrazo pudiera decir tantas cosas, como darle al play y que tu CD favorito suene sin pausa.
En cambio ahora odio recordar. Y el calor, lo odio. No me gusta dar abrazos porque sí ni las sonrisas falsas que todo el mundo muestra. Es patético.
Ya no me gusta bailar, ni los jerseys esos tan gordos, ni tener las uñas sin pintar.
Ahora más que nunca me duele hacerle daño a los demás.
Por momentos me gustaría tatuarme algo que demostrara que sigo aquí, al pie del cañón. 
Me encantan los escalofríos, ver a alguien fumar, darle una calada.
Va a ser verdad eso de que todo se transforma.

1 comentario:

  1. Supongo que los cambios son necesarios, y que todo, tarde o temprano, se transforma (y como jode reconocerlo).
    A mi también me gustan los ojos de caramelo.

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